Opinión | Sol y sombra

Narciso enamorado

Resulta que Narciso era un hombre enamorado y no solo de sí mismo. Lo hemos descubierto gracias a la carta dirigida a los españoles de quien, tras llevárselo todo por delante para mantenerse en el cargo, confiesa pueril e irresponsablemente dudar de si habrá merecido la pena tanto esfuerzo destructivo ahora que el amor se siente herido por la investigación de un juez. La simple acción de un juez con su mujer ante la denuncia de un colectivo que alienta las sospechas de los que callaron cuando sentó en el banquillo a la infanta Cristina o se personó como acusación particular contra Bárcenas. Curioso.

Aparentemente Pedro Sánchez se ha dado un descanso para reflexionar sobre su supuesta dimisión que deja al país en el vilo de la interinidad más adolescente, hecho insólito porque ni siquiera se trata de una renuncia en diferido. Sencillamente, se lo está pensando. Mientras el líder de acero, que jamás ha dudado en cortar las cabezas de sus colaboradores más estrechos, deshoja su margarita, planean los interrogantes sobre el supuesto tráfico de influencias de su esposa, algo que en Europa ha alarmado, como es natural; el papel de Salvador Illa en el caso de la gestión del material sanitario durante la pandemia; el resultado de la elecciones catalanas y la amenaza de las europeas; los órdagos de Puigdemont; los presuntos enjuagues de Koldo con las mascarillas; la investigación en marcha de Pegasus, un asunto extremadamente comprometedor, y la batalla a campo abierto con los jueces.

Creo que Sánchez no ha llegado hasta aquí para rendirse y dejar un cargo al que se ha aferrado como a un clavo ardiendo. Pero ignoro qué va a hacer el lunes; en realidad, casi nadie lo sabe con certeza. En cambio, sí sabemos, debido al cierre de filas, por dónde van los tiros de este victimismo que invoca las emociones más bajas para apuntar a lo de siempre: la derecha y la extrema derecha, los jueces y los medios críticos con el Gobierno.

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