Diez cazas franceses bombardean Aqqa, la capital siria del ISIS, la organización terrorista, anunciaba en directo Ana Pastor en El objetivo justo después de que Jordi Évole viajara a Jordania para hacer un retrato de los refugiados sirios que huyen de los dos bandos en conflicto.

Al aire de la conocida como Primavera Árabe hubo en Occidente, y dentro de Siria, un anhelo que algunos creyeron viable, el de acabar con el régimen de Bashar Al-Asad. Y llovió el apoyo a los grupos de oposición. Lo que en principio fue disgusto y protestas se fue convirtiendo, ahora con ríos de armas, explosivos, y material bélico procedente de Arabia Saudí o de países europeos que apoyaban a esos grupos de oposición, en el monstruo que hoy es ISIS.

Lo explicaba muy bien en el programa el periodista Mikel Ayestaran en Ammán, a donde viajó Salvados. El Salvados del domingo fue uno de esos programas en estado de gracia, sabios, centrados, de una altura periodística fuera de lo común, sin estridencias pero implacable porque hablando de los refugiados sirios que se instalan en Turquía, Líbano, Irak, o Jordania -en Zaatari, 85.000 refugiados, el segundo mayor campo del mundo-, o cruzan a Europa, estaban explicando -ojo, explicar no es apoyar- los crímenes horrendos de París.

Se dijo en el programa que Arabia Saudí, que nutre de armas a los terroristas, lucha por un islam distinto al de Irán, que apoya a Al-Asad, no quiere refugiados en su territorio -como Europa-. Pero como tiene dinero paga para que se queden en otros países -como intenta hacer Europa-. Terminaba el reportaje y Francia soltó 20 bombas en Siria a las 48 horas de los atentados de París. Es la guerra.