No lo tengo escrito, así que no tienen por qué creerme. Pero lo sabía. Sabía que si 'Un tiempo nuevo' no levantaba cabeza, y no la levanta, se olvidaría de las pamplinas que a su audiencia natural se la trae floja y la cadena le echaría de comer su chute de mierda acostumbrada.

Verán. Un tiempo nuevo empezó como empezamos cada enero, con idea de dejar de fumar, o de no faltar ni un día al gimnasio. Pues el programa que, sosa como una hoja de parra, presenta Sandra Barneda, empezó igual. Quería ofrecer a sus fieles algo por lo que sentirse orgullosos, algo por lo que pudieran decir que en Telecinco ven Un tiempo nuevo sin que se les cayera la cara de vergüenza. Genial. Adelante. Hay que ganarle el pulso a esa creída, a esa niñata de LaSexta que no levanta un palmo y se lleva la noche del sábado hablando en 'laSexta Noche' de política y economía. Qué rollo.

Pero hay que estar donde hay que estar, y apostar por la calidad, la información, los asuntos que preocupan al ciudadano más allá del culo pestoso de Belén Esteban, hay que apostar por entrevistados del mundo político en un año tan, tan electoral. Un filón. Y empezó Un tiempo nuevo . Perfecto. Sin apenas diferencias entre el original de LaSexta y la copia de Telecinco.

Pero las cuentas, en sus casi cuatro meses de vida, no han salido como esperaban los dueños del garito. El programa sólo ha podido vencer por los pelos al de Iñaki López cuando, billetera en mano, llamaron al Nicolás ese. La última edición hizo un 7% de audiencia. Y eso que, a la mierda los propósitos, ya han metido una tertulia para hablar de la última hora de Gran Hermano VIP. Un despropósito. Ni contenta a una clientela ni a la natural de la cadena. Y eso lo sabía yo. En serio.