No la conozco apenas. Nadie conoce a nadie por compartir unos kilómetros de autobús desde el centro de Vitoria hasta el hotel que nos alojaba. Hablo de María Casado, y del FesTVal, que le dio el premio Joan Ramón Mainat. Doy este detalle porque durante ese trayecto hablamos de su programa, de 'La mañana de La 1'. Su forma de ver las cosas no siempre coincide con las decisiones de los jefes. Como tantos otros profesionales a los que se les pide que ejerzan «de cara bonita» y poco más. No quiere decir que sea el caso pero tampoco 'La mañana' es 'La mañana' de María Casado.

Creo que está claro. En todos los programas se comulga no sólo con ruedas de molino sino con ruedas de molino, con bombas fétidas, y hasta con pústulas hediondas. Hablé con ella de algunas secciones del programa, sin duda mejorables. Pero no llegamos a la sección de la crónica rosa. El otro día sí llegué yo en casa. ¿Se puede decir alucinante a esta hora? Dicho queda. Sí que es alucinante esa sección. ¿Cuánto tiempo le dedica la televisión pública a esta y parecidas majaderías? Mucho tiempo, demasiado. Cuando se encendió la pantalla me saludó la voz aguda de Jesús Mariñas, que se desgañitaba tratando de hablar no sé si a favor o en contra de Rocío Carrasco, la mítica Roci-Hito, la hija del boxeador y de la tonadillera.

Al parecer un hijo de esta señora y de otro elemento nacido en las revistas y programas rosas como Antonio David Flores ha cumplido 18 mamandurrias -un corro amplio, generoso, bien armado- debate como si de verdad lo que cuentan fuese vital. María Casado asiste a esa estúpida misa como un pasmarote.