He seguido, respetado y valorado el trabajo de Pepa Bueno en Gente, Los desayunos y el Telediario durante las dos últimas décadas. No me sorprende que se vaya a la SER. Pero no me gusto nada que no se haya despedido de nosotros, sus fieles espectadores. El miércoles 13 de junio presento el último Telediario, del que también es editora, como si nada, y el 14 de junio ya apareció en pantalla Marcos López en solitario.

Nunca es tarde para restañar la herida, y no estaría mal verla un día de estos diciéndonos adiós y dándonos las gracias por todo. Todavía recuerdo el caso de David Cantero, que tuvo que presentar durante dos semanas el Telediario después de hacerse público el contrato con Telecinco.

Llegada la última jornada, realizo una de esas despedidas que ponían los pelos de punta. La cuestión es que el próximo mes de septiembre, haya o no dracmas en Grecia, siga o no disparada la prima de riesgo, Pepa Bueno tendrá un buen motivo para madrugar cada mañana. Seguirá haciendo lo que más le gusta. Armara un informativo de referencia en una emisora de referencia. La prensa cizañera se ha atrevido a publicar que el contrato era de dos millones de euros por tres temporadas. Por supuesto que la cadena lo ha desmentido.

Pero por encima de lo que cobra a fin de mes, lo que me da envidia de Pepa es saber que va a dedicarse, en cuerpo y alma, a lo que más le gusta. Y donde le place. Y eso no hay antidepresivo que lo equipare. Mientras miles de compañeros no saben, no sabemos, que será de nosotros siquiera en un par de meses, esa es la verdadera posición de privilegio. Lo que diferencia a vencedores de vencidos.