Uno de los platos fuertes de Un tiempo nuevo, en la tele de Belén Esteban, tratando de hacerle sombra a La Sexta Noche, fue Mariló Montero, presentadora bocazas e inepta de un programa en la tele pública. La excusa es que ha escrito un libro.

La realidad es que la dirección del programa esperaba que soltara alguna de sus estupideces. El teatro montado en torno a semejante eminencia explica muy bien qué tipo de país tenemos. Respiramos en un país que se toma la cultura a cuchufleta, que difunde símbolos que representan el revés de la cultura porque es un pecado unir publicado, libro, y Mariló.

La tele va a lo suyo, y le importa una mierda el libro de Mariló, los libros en general, y si hablamos de Telecinco, por dios, no sean tan atrevidos. Pero esta sociedad está montada así.

Esta semana, si no hubo problema o espantada de última hora, a semejante lumbrera con su libro a cuestas la presentó en el Club Siglo XXI de Madrid Esperanza Aguirre y Joaquín Leguina, dos ex presidentes autonómicos.

Me resulta todo tan sucio, tan amañado, tan impropio, y a la vez estos saraos se entienden tan bien, encajan cómo encaja la presencia de Montero en la tele nacional, forman parte del mismo negocio, que se convierten en espejos ni siquiera deformados de la realidad sino fieles a esa realidad que, de tan definida y clara, parece irreal.

La cultura como espectáculo, la política como espectáculo, Francisco Nicolás perseguido y conseguido como trofeo mediático, seguro que con decenas de editores llamando a su puerta para que escriba uno, cinco libros. ¿Que no sabe escribir? Qué importa eso en este puto país.