Saúl FERNÁNDEZ

Hace casi veinte años, el escritor Juan José Millás se hizo dramaturgo. Y eso sucedió, además, sobre las tablas del teatro Palacio Valdés, donde presentó su debut en la escena: el monólogo «Ella imagina», un espectáculo que rodó a mediados de los noventa como una bola de nieve de aplausos y buenaventuras. Millás a un lado y, al otro, la actriz Magüi Mira y el director José Carlos Plaza: trío de ases para un comienzo abrumador. Hace unas semanas, el novelista se volvió a presentar como dramaturgo. Fue en Toledo y fue con «La lengua madre», su segundo monólogo, su segunda obra de teatro, una producción delicada con Juan Diego como matador en solitario y con Emilio Hernández a la batuta. El último fruto se presenta el viernes que viene (20.15 horas) en el Palacio Valdés: capital del teatro. «No voy a poder estar. Me hubiera gustado mucho: por mis vínculos con Asturias y por volver al Palacio Valdés», se lamenta el escritor. Millás y su sombra se embarcan el sábado en dirección a la Feria del Libro de Guadalajara. En México.

«La lengua madre» -la función de esta semana en el odeón local- nació como una conferencia. «Me di cuenta de que funcionaba espectacularmente bien aquí, pero también en Buenos Aires o en México», explica el escritor. «Pero era una conferencia que daba desde mí mismo, o sea, desde el personaje Juan José Millás», apunta. Y eso no es un monólogo. «Había que transformar esa conferencia en otra cosa: en un monólogo», añade. Y aquí, en este punto del proceso creativo, entró en escena Juan Diego. «Si fuera norteamericano, se llamaría Robert de Niro», vaticina el columnista de LA NUEVA ESPAÑA. «Tiene eso que llamamos magnetismo y lo llamamos magnetismo porque no sabemos qué otro nombre darle», comenta. Millás se refiere a que Juan Diego «cuando te mira, te desarma». Y ese tesoro transforma al intérprete y a lo que tiene delante. «Te pone los pelos de punta», concluye el novelista al otro lado del teléfono. Los dos -Millás y Diego- dieron la forma adecuada a «La lengua madre», la obra que llega a Avilés. «Está fantástico», subraya el autor de «El desorden de tu nombre».

«El trabajo de los novelistas es absolutamente solitario. Ni te cuento el de los columnistas, que no tenemos ni el aquel de comentar con la redacción... El teatro tiene mucho que ver con el tenis, con mover la pelota. Yo lancé y Juan Diego y Emilio Hernández me devolvían.

Que alguien ponga en cuestión todo el trabajo que haces no tiene precio», recalca el novelista. Las aportaciones del actor al texto final, confiesa Millás, han sido vitales. «El guión empezó siendo ciencia-ficción, en sus alusiones a la realidad política y económica, pero la realidad nos ha superado y ahora el monólogo parece realismo», subraya su autor.

¿Repetirá Millás en la escena? «Uff, ya me gustaría... Ahora lo que tengo en la cabeza es una novela. Este espectáculo tiene por delante casi un año por delante. Según pasan los días, más distribuidores la reclaman y aumenta el interés. Me gustaría muchísimo pasarme a la escena, pero para eso el día debería tener 48 horas», concluye.