"Mi gran error político y personal fue no haber hecho más por evitar el derribo de la antigua estación del Vasco". Entonando este "mea culpa", casi en una especie de acto de autocrítica pública, Antonio Masip, exalcalde de Oviedo, inició ayer la conferencia que clausuró el ciclo dedicado a Oviedo de la Sociedad Protectora de La Balesquida.

Aunque la charla estuvo dedicada a repasar los retratos de ilustres ovetenses que obran en poder del Museo de Bellas Artes de Asturias, Masip aprovechó para dejar constancia del inmenso cariño que profesa a su ciudad natal, en la que ha vivido desde niño y de la que conoce casi cada rincón. Casi tan bien como Oviedo, Masip domina la biografía de los insignes retratados, entre los que destacó a Rafael Zamora y Pérez de Urría, a su juicio "el ovetense más fascinante de todo el siglo XIX, un hombre cultísimo que sólo dejaba entrar en su biblioteca a Pérez de Ayala".

El marqués de Valero de Urría, que de niño compartió internado londinense con Churchill, era hijo de hacendados cubanos afincados en París, donde nació. Llegó a Oviedo para ayudar a su tía, la hermana Leocadia, a fundar el convento de las Carmelitas Descalzas que hubo en la calle Muñoz Degraín. "En Oviedo se casó con Carmen Serrano y se quedó en la ciudad, hasta que murió a los 46 años; fue exquisito y de porte refinado". Masip Hidalgo no olvidó los retratos del padre Benito Feijoo (para cuya figura reclamó más atención), Queipo de Llano y el marqués de Camposagrado, plasmado por Dionisio Fierros. A ellos añadió a José María de Sierra y Quirós, también pintado por Fierros, que en su opinión, y tal como sostenía Emilio Alarcos, inspiró a Clarín para componer el personaje de Álvaro Mesía, el donjuán que seduce a la Regenta. Los retratos de Victoriano Argüelles, que fue alcalde de Oviedo de agosto de 1965 al 1 de enero de 1967, y Ciriaco Miguel Vigil también formaron parte del recorrido, así como el autorretrato de Paulino Vicente, que a su vez inmortalizó a Luis Botas. Masip fue presentado por Alberto Polledo.