No puede confundirse con los subproductos de terror que invaden una semana sí y la otra también las pantallas tanto a nivel local como internacional, pero tampoco puede hablarse de sorpresa o de contribución destacada al género. Es más, las novedades que presenta son tan escasas que ni siquiera se justifica la recomendación.

Lo mejor del cineasta holandés Diederick van Rooigen es el grado elevado de morbosidad que aporta a su cine y su obsesión por llevar algunas situaciones al límite para generar el miedo en el auditorio. Buena prueba de ello es este 'Cadáver' que no sólo multiplica los ingredientes terroríficos, sino que en un deseo evidente por rebasar las líneas rojas coloca a la protagonista de vigilante nocturna de cadáveres del hospital de Boston, un lugar ciertamente tétrico pero que, para ella, que fue expolicía, estuvo enganchada a las drogas y le gustan los sitios tranquilos y hasta tenebrosos, desprende un cierto sabor.

Autor entregado casi por entero a la pequeña pantalla y totalmente ausente en las pantallas españolas, Van Rooigen ha buscado la inspiración para su película en dos títulos que le impactaron, 'El exorcista', un clásico que ha ejercido una notoria influencia entre los amantes del terror, y 'La maldición de los Bishop', un largometraje de serie B destinado a la televisión que dirigió en 1971 John Hancock. Con la lección aprendida, ha intentado cebarse con la figura de Megan Reed, que se pasa las noches deleitándose con los sustos que le proporcionan algunos de sus gélidos y terribles clientes. La situación llega hasta tal nivel que Megan empieza a ver fantasmas que le hacen dudar de su estabilidad mental.

Con este ambiente tan "familiar", el director cubre el expediente de los asesinos macabros con indudable eficiencia y concentrando una auténtica manada de ellos en una parte final que no dejará indiferente ni a los que detesten la cinta ni a los que se complazcan con sus excesos. Pese a ello y a que solo se prolonga 85 minutos, no se libra uno de su pertinente dosis de aburrimiento, fruto de insistir en idénticos recursos.