Había despertado muchas expectativas y hay que reconocer que hay momentos brillantes de gran fuerza que denotan la clase y la imaginación narrativa del director, pero hay que decir que no estamos ante la mejor película de Julio Medem. Y esto es así, por desgracia, por la exagerada dispersión de un guión, que escribió el propio cineasta, que no solo reúne demasiados personajes sino que se vale de soluciones transversales, complejas y salpicadas de ingredientes un tanto oscuros que no despejan los numerosos interrogantes que afloran en la pantalla a lo largo de una estirada trama de 130 minutos. Nadie discute la calidad de la sintaxis del realizador de Donosti ni su sentido para sentar las bases de un drama familiar intenso, pero también se hace patente un aluvión de dudas y de interrogantes que impiden que el contenido revele con la necesaria precisión la identidad y las claves de la historia que vemos.

Ocho años después de su polémica 'Habitación en Roma', Medem no ha recuperado su mejor forma, la que posibilitó que nos obsequiase con títulos como 'Vacas', 'Tierra', 'Los amantes del Círculo Polar' y 'Lucía y el sexo' que lo situaron en la élite de nuestro cine. Llega en ocasiones a crear el clima de misterio y de tensión que requería un relato semejante, pero da la impresión de que se extravía en un laberinto de soluciones, personajes y datos que crean algo parecido al desconcierto.

Como señala el título, lo que se nos ofrece es la crónica de 25 años del árbol genealógico que sintetiza las relaciones entre dos clanes que han pasado por tiempos mejores y que ahora sufren las consecuencias del amor, del desamor y de lo que ello conlleva, o sea, el sexo, los celos y las infidelidades. En lo más hondo de todo se esconde un secreto que podría poner en riesgo hasta sus propias vidas y, por supuesto, los vínculos del amor. El problema, o al menos uno de ellos, es que las vueltas atrás y la exagerada lista de personajes en este marco, impidiendo una descripción idónea y llegar más lejos en este quehacer, parecen obstáculos insalvables. Hay instantes de buen cine, aunque no todos los deseables.