Hay que saludarla como otra estimulante y encantadora muestra del cine de animación japonés, que reitera sus virtudes habituales, especialmente el carácter adulto del relato en el seno de un género copado fuera del país por el cine infantil y la poesía y la ternura que rezuman sus imágenes. Sorprende, por ello, que ya en su opera prima el director Shin' ichiro Ushijima haya manejado con tanta propiedad unos personajes, en su mayor parte estudiantes, que rompen todos los cabos que le unen a lo pueril y a lo ñoño.

Presentada en el Festival de Sitges-Cataluña, está basada en la novela homónima de Yoru Sumino, la primera que escribió este autor, publicada en online a lo largo de 2015. Su éxito fue de tal envergadura que se erigió en un best seller con más de 2,6 millones de ejemplares vendidos. Es más, solo tres años más tarde se rodaba lapelícula con personajes reales bajo la dirección de Sho Tsukikawa. La que vemos ahora en España es su versión animada.

‘Quiero comerme tu pancreas’ es, pese a lo que pudiera sugerir el título, un largometraje marcado por la sensibilidad y las emociones. Un romance que se escapa del tópico y que se abre paso a través de las dificultades más duras que pueden imaginarse en función de una protagonista, Sakura, que tiene una enfermedad pancreática terminal. Un diagnóstico semejante, con toda lógica, remite a una muchacha de 17 años triste y desolada, justamente lo contrario que nos ofrece una película que se empapa de la entereza, la simpatía y el humor de la enferma.

Tanto es así que la actitud inicial de Yo, el adolescente que entra en su vida en momentos tan terribles, irá modificándose de forma radical, abandonando los planteamientos de aislamiento y soledad, que supera leyendo libros. Naturalmente, cuando Sakura entra en su mundo, todo cambia para ambos. Y aunque Yo conoce su realidad y es la única persona que sabe el secreto que guarda en lo más profundo de sí, la vitalidad que emana no podrá quebrarse.