No consigue dar de lleno en la diana de la comedia que pretendía y fracasa casi por completo a la hora de investir a las protagonistas con los mejores recursos del género. Con semejante hándicap, el propósito de configurar una pareja que se dedica a estafar a miembros de la alta sociedad que ha establecido sus bases en el idílico sur de Francia, aunque parte del rodaje se efectuó en Mallorca, se viene abajo de forma estrepitosa casi desde el principio, fruto de defectos que fluyen tanto de los actores como de un guion soso, carente de chispa y que invita casi exclusivamente al aburrimiento.

Remake de dos películas que tuvieron escaso éxito, Dos seductores (1964) y Un par de seductores (1988), la primera de Ralph Levy con Marlon Brando y David Niven y la segunda de Frank Oz con Steve Martin y Michael Cine, no saca partido siquiera del hecho de cambiar el sexo de los protagonistas.

No es cuestión de ensañarse con el director, Chris Addison, por el mero hecho de que estamos ante su opera prima y por la falta de experiencia que pone de relieve en la puesta en escena, ya que los errores proceden de todos los frentes.

Eso sí, el que más se deja notar es el de la labor de una actrices, Anne Hathaway y Rebel Wilson, que nunca encajan en los estereotipos que han creado los guionistas. Tanto es así que los excesos de toda índole de las dos protagonistas, la sutil, elegante y con mucha clase Josephine y la vulgar y nada encantadora Penny, la primera británica y la segunda australiana, acaba siendo su más grave defecto. Con ambas tendríamos las dos caras de la misma moneda, la de dos ladronas de guante blanco que trabajan juntas porque su fin es el mismo, hacerse de oro con incautos a los que seducen y a los que despluman.

A pesar de que hay algunos momentos iniciales, que coinciden con la aparición de Wilson, que parecen prometer una comedia entretenida y con toques de desmadre efectivos y con sentido del humor, todo encaja finalmente en las esferas de la más completa decepción.

Es más, si la Hathaway pierde parte de su prestigio en un cometido anodino que está en las antípodas de Los miserables y de Amor y otras drogas, Rebel Williams cae por una pendiente todavía más pronunciada y se limita a vivir de las rentas.