'The Artist', una producción francesa en blanco y negro y muda, es la gran sorpresa de los Oscar 2012, con cinco estatuillas, entre ellas mejor película, director y actor principal, tres Globos de Oro y siete Bafta. Una emotiva historia que recuerda cómo la llegada del sonido al cine fue el ocaso para muchos artistas de la época.

Pasada ya la primera década del siglo XXI, ¿un filme mudo viene a poner las cosas en su sitio? Seguramente, sí. Ante un momento de encrucijada en formatos y soportes; irrupciones tecnológicas, etcétera, The Artist, además de ser una excelente película, propone un punto de revisión. Una especie de crisis –en el sentido médico– de las vías del cine, un examen interior. El vídeo mató a la estrella de la radio, cantaban The Buggles, pero la radio sigue viva. Han pasado más de cien años desde que aparecieron las primeras imágenes en movimiento como parte del nacimiento de un nuevo arte, hoy en pleno apogeo.

The Artist es la historia de George Valentin, un astro del cine mudo cuyo ocaso se precipita con la llegada del sonoro. Un personaje bordado por Jean Dujardin, actor que personifica una lograda mezcla de Gene Kelly con Douglas Fairbanks, ídolo auténtico del mudo. Pero los descubrimientos de The Artist son contemporáneos: planos y movimientos de cámara impensables en la época muda. Como resultado, otra audaz película que habla de la historia del cine, en este caso de forma amable y conciliadora. Una bella película que no tiene nada que envidiar al buen cine mudo auténtico. Mientras el realizador, Michel Hazanavicius, trabajaba en el guión, pensaba en muchas cintas mudas, las de F. W. Murnau, como Amanecer (1928) o City Girl (1930), y en películas de Frank Borzage. "En The Artist, hay ecos de Douglas Fairbanks, Gloria Swanson, Joan Crawford y también de Greta Garbo y John Gilbert", ha declarado. Bérénice Béjo, esposa del director, completa la pareja de protagonistas, como la joven promesa que alcanza la fama ya en el sonoro.

Dos filmes antiguos hablaron de la transición entre el mudo y el sonoro y se erigieron en documentos casi históricos. El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950) narró la historia de la estrella de cine mudo apagada por el sonoro. Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly, 1952) retrató en un musical los avatares técnicos y artísticos de un arte que cambiaba radicalmente. Caras bonitas con voces de gato; galanes todo masculinidad cuya voz delataba plumas de prima donna. Conflictos técnicos y humanos. Problemas con los micrófonos y con las autoestimas…aproximación a la historia de todos los que fueron olvidados en los nuevos tiempos.

"Cantando bajo la lluvia", un ejemplo de los problemas del paso de cine mudo al hablado

Ciertamente, aquellos años, que coincidieron con el crac económico de 1929, fueron de catarsis para el star system del cine de los locos años 20. Cuando sus protagonistas competían en mansiones enormes y fastuosas, en lujosos automóviles, en fiestas donde corrían los ríos de champán y todo el mundo era, aparentemente, feliz. Pero los financieros comenzaron a tirarse por las ventanas de Wall Street, y los artistas segregados por el sonoro languidecían, se arruinaban, se alcoholizaban y muchos morían.

Mary Pickford, Charles Chaplin, John Gilbert, Buster Keaton, Rodolfo Valentino y Clara Bow

Reinaba en el mudo Rodolfo Valentino, actor estadounidense de origen italiano que fue la estrella masculina más idolatrada de la década de los 20. Empezó en el show business como bailarín de vodevil y pasó a Hollywood en papeles secundarios. Con Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1921), llegó su éxito, refrendado por La dama de las camelias, que despertó pasiones entre millones de espectadoras y le convirtió en el ídolo masculino indiscutible. Prototipo del latin lover, sus actividades y su vida privada fueron pronto diseñadas por los estudios. Fue protagonista absoluto de relamidos dramas románticos, como El caíd (1921), Sangre y arena (1922), El águila negra (1925) o El hijo del caíd (1926), pero no tuvo tiempo de enfrentarse con el sonoro. Su voz chillona, conservada en algunas grabaciones (como una versión imposible del cuplé El relicario, cantada en español) no lo hubiera resistido. Murió inesperadamente a los 31 años. Su bello cadáver conmocionó al mundo, y centenares de admiradoras intentaron suicidarse.

John Gilbert, conocido como el gran amante y pareja de Greta Garbo en diversas películas, rivalizó con Rodolfo Valentino como actor más taquillero. Se le considera uno de los primeros ejemplos del fracaso de un actor del cine mudo al transitar al sonoro. Su caída fue un caso extremo, porque era el más cotizado. Llegó a cobrar de la Metro Goldwin Mayer 10.000 dólares semanales en 1928. Lo cierto es que parte importante de la culpa de su declive la tuvo la política de los estudios. Su Noche gloriosa, película calificada de abominable, fue el detonante. Gilbert tenía voz de tenor, algo atiplada, pero bastante aceptable, aunque allí se escuchaba como "un hiriente quejido metálico".

La posterior y estupenda comedia Downstairs, escrita e interpretada por él, donde su voz sonaba perfecta, valida el rumor de que fueron los ingenieros de sonido de la MGM, cuidadosamente aleccionados por L.B. Mayer, que quería deshacerse de él, quienes habían multiplicado por tres el volumen del sonido para distorsionar la voz de Gilbert. El actor no logró rehacerse. En 1936, terminó su carrera etílica hacia la muerte, con un infarto agudo de miocardio.

Charles Chaplin fue, tal vez, el único de los grandes del cine mudo que siguió haciendo filmes sin sonido, como Tiempos modernos (1936). Sin embargo, a partir de 1940 comienzó su adaptación al sonoro. Su primera película hablada fue El gran dictador.

Gloria Swanson, Greta Garbo, Ronald Colman y Lillian Gish

Algo sabía de eso Greta Garbo. Nacida en Estocolmo en 1905 y considerada por el American Film Institute la quinta estrella femenina más importante de la historia del cine, su rostro ha sido considerado uno de los más perfectos de la historia del cine. Garbo alcanzó el estrellato en los últimos años del cine mudo. La llegada del sonoro no le perjudicó como a otras divas del momento, aunque tuvo que sortear diversas dificultades para adaptarse. Sobre todo, su acento sueco. Pero en su primera película sonora, Anna Christie, fue nominada al Oscar. Después de un largo viaje, Anna Christie entra en un bar, agotada. Tras dejar las maletas en el suelo, se sienta en una mesa ocupada por Marie Dressler y, con un tono bronco, de contralto, profundo y gutural, tal vez alcohólico como requiere el personaje, pide beber: "Dame un whisky con un poco de soda… ¡y no seas tacaña!". En su primera escena hablada, el sonoro le favorece. "¡Greta Garbo habla!" clamaba la campaña de promoción de la MGM. Apodada la Divina y la Mujer que no Ríe, por su seria expresión, se recuerda una sola carcajada en el celuloide, en el filme Ninotchka (1939). Tanto es así, que los periódicos se hicieron eco: "La Garbo ríe".

Películas como Mata Hari, La reina Cristina de Suecia, Anna Karenina, Grand Hotel o Camille afianzaron su leyenda. Pero ella tendía siempre al retiro, temerosa de fracasar. Pese a ello, fue nominada como mejor actriz por la Academia de Cine en 1930, 1932, 1937 y 1939, aunque nunca recibió un Oscar. La Divina se retiró cubierta de sombreros y tapada con grandes gafas de sol, para pasar inadvertida hasta su fallecimiento, en 1990, en la ciudad de Nueva York.

Peor suerte corrió Louise Brooks, que comenzó su carrera como estrella de la Paramount, donde rodó la mayoría de sus exitosos filmes. Con la llegada del sonoro se fue a Europa, donde rodó algunas películas, entre ellas La caja de Pandora, de Pabst, que la convirtió en un mito. Pero, a su regreso a Estados Unidos, quien había sido una de las más fulgurantes divas del cine mudo pasó de la pantalla a trabajar como vendedora en Saks Fifth Avenue y, más adelante, de acompañante de hombres ricos. Su peinado fue uno de los más imitados de la época y, recientemente, copiado por Catherine Zeta- Jones en la película Chicago, que recrea los vibrantes años en que vivió Louise.

Norma Desmond, la actriz ya madura y caída en el olvido tras la llegada del sonoro, interpretada por Gloria Swanson, es la protagonista de El crepúsculo de los dioses. En el filme argumenta, exasperada e impotente, ante el guionista venido a menos interpretado por William Holden: "¡Lo mataron, acabaron con él! ¡Hubo una época en que poseían los ojos de todo el mundo, pero eso era poco para ellos! ¡Oh, oh! ¡Claro, también querían tener los oídos de todo el mundo! ¡Abrieron sus bocazas y empezaron a hablar, a hablar, a hablar!… ¡Han hecho una cuerda con las palabras y han ahorcado el cine!

Ciertamente, Swanson tampoco lo tuvo fácil. Pese a ser productora de cine junto a su amante, Joseph, el patriarca de la familia Kennedy. Ella lució como una de las principales estrellas del cine mudo en los años 20, considerada una de las actrices más glamurosas de la época. De tamaño diminuto, había comenzado con Charles Chaplin en Charlot cambia de oficio (1915). Tenía todo un carácter y fue el director Cecil B. de Mille quien la convirtió en una gran estrella. A los hombres, en 1919, le hizo alcanzar tal fama que las revistas ilustradas estuvieron pendientes de sus movimientos, y su forma de vestir creó moda. Swanson se compró una mansión y pasó a ser la reina de los estudios Paramount. La octava esposa de Barba Azul, en 1923, y la comedia romántica Más fuerte que su amor, con Rodolfo Valentino, consolidaron su fulgor. La llegada del cine sonoro produjo tal crisis en su carrera que decidió retirarse de la interpretación. A pesar de ello, en su madurez participó en cinco películas más; la primera de ellas fue El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard). Había seguido activa en un programa de televisión, The Gloria Swanson Hour. Por eso aceptó el papel de Norma Desmond, como le aconsejó un gran director de actrices, George Cukor.

Desoyó a otras estrellas de su época, como Mary Pickford, quien criticó la película por dar "una imagen negativa de su trabajo". Su interpretación le valió una nominación al Oscar y que otra estrella más joven, Barbara Stanwyck, se inclinase, admirada, a besarle el bajo del vestido. La revista Time publicó: "En Sunset Boulevard, lo peor de Hollywood es mostrado por lo mejor de Hollywood".

La carrera de otra importante estrella de cine mudo, Norma Talmadge, llegó a su fin en aquella criba, especie de guadaña que segó vocaciones, haciendas, ilusión e incluso vidas… ¡y tantas otras más!

La neoyorquina Clara Bow, conocida como la más ardiente hija del jazz, había sido la más rutilante y divertida. En 1925, consiguió su primer papel importante en Días de colegial, que fue un gran éxito y la convirtió de la noche a la mañana en la actriz más popular del momento. Además, tuvo un romance con el actor Gilbert Roland, a quien simultaneó con el director Victor Fleming, que la contrató para la película Flor de capricho. En la primera escena de su primer sonoro, The Wild Party, debía entrar en un dormitorio para chicas diciendo: "¡Hola a todo el mundo!". El ingeniero de sonido no conocía su fuerte acento y no ajustó correctamente los mandos. Cuando ella entró y aulló su frase, fundió cada una de las válvulas del estudio de grabación. Eso y el ser perseguida hasta por los predicadores, a causa de su disipada vida personal (durante la cual, entre otras gestas, se despachó a todo un equipo de fútbol americano cuyo capitán sería conocido en el cine como John Wayne), sirvió para acelerar la caída de aquella alegre belleza, que murió demente.

Pero no todo iba a ser desdicha. A Ronald Colman le vio actuar en teatro el director Henry King y lo incluyó en el reparto de la película de 1923 La hermana blanca, junto a Lillian Gish. Un inciso para recordar a Gish, otra grande, protagonista de Dos hermanas, junto a su hermana Dorothy, y de El nacimiento de una nación, de D. W. Griffith. No tuvo problemas con el cambio al sonoro. De ese periodo destacan La noche del cazador, en 1955, y Las ballenas de agosto, junto a Bette Davis, a los 93 años. Colman se convirtió en un actor muy popular del cine mudo, tanto en películas románticas como de aventuras, y pasó con éxito al cine sonoro gracias a una bien timbrada voz. Ganó el Oscar en 1948 por Doble vida.

Mary Pickford fue otra de las máximas figuras del cine mudo durante el periodo 1915-1925, como intérprete de una suerte de chica ingenua que llegó a ser muy popular, de tal forma que fue conocida como la novia de América. Encontró a Douglas Fairbanks, otro astro del mudo, y, dejando algo perpleja a la opinión pública, se casó con él, tras sus respectivos divorcios. Formaron la gran pareja interpretativa de la época. Mary abandonó sus papeles de huérfana pobre, se cortó los tirabuzones y su siguiente película, Coquette, fue la primera sonora y un cambio radical en su trabajo. Gracias a ella, consiguió el primer Oscar otorgado en la historia de las películas sonoras a la mejor actriz. Con problemas psicológicos, finalizó su matrimonio con Fairbanks. Siguió produciendo películas hasta 1956, pero nunca volvió a actuar.

¿Y los cómicos? Buster Keaton, famoso actor y director en el mudo, se caracterizó por un rostro, siempre inexpresivo, que le valió su apodo, Cara de Palo. Conocido en España como Pamplinas y vértice del triángulo de grandes cómicos del cine mudo, junto a Harold Lloyd y Charlie Chaplin, Keaton continuó su carrera en el periodo sonoro, aunque de un modo menos brillante.

Estos breves retratos de aquellas estrellas en crisis ofrecen pinceladas de lo que se coció en aquellos años críticos. Volviendo al presente y a The Artist, ¿no es un atrevimiento realizar un filme de este tipo en plena época del 3D? En parte, sí, porque nace en medio de la locura por Avatar, un prodigio tecnológico que ganó, hace dos años, sólo en tres categorías técnicas de los Oscar (fotografía, dirección artística y efectos especiales), pero es la película más taquillera de la historia, con más de 2.700 millones de dólares recaudados… ¿Cuál será el futuro?