Es sólo una salsa, pero tan sabrosa e interesante que merece tener categoría de plato. Es antigua, parece que del siglo XV y originaria de Tarragona pero su fama ha trascendido distancias y épocas.

La composición de la salsa romesco es simple: avellanas, almendras, ñoras, tomates, ajos, aceite, vinagre, pan frito y a veces guindilla. Una mezcla explosiva de un cálido color rojizo y un sabor intenso válida para aderezar pescado pero también para dar color y sabor a verduras, ensaladas, pastas... Por supuesto las versiones son muchas pero los ingredientes antes mencionados son los básicos.

Las virtudes de tan conocida salsa, sin embargo, no se limitan al campo gastronómico. En realidad, la salsa romesco es un concentrado de vitaminas, minerales y antioxidantes increíble. Solo hace falta mirar un poco sus componentes: tomates, pimientos y ajos, los tres con una dosis de vitaminas considerable y con efectos antioxidantes. Pero es que hay que añadir las avellanas y almendras, frutos secos con su correspondiente aporte de calcio, magnesio y grasas poliinsaturadas.

O sea que la salsa romesco no sólo es un sabor único, es un cóctel de nutrientes con numerosos beneficios para el organismo. Casi, una salsa funcional. No hay que esperar al pescado para incluirla en el menú, porque combina de maravilla con casi todo.

- Una de sus ventajas es que es recomendable para las personas con hipercolesterolemia o problemas cardiovasculares.

- Combina a la perfección con unos simples espaguetis blancos o un arroz blanco. Puede ser una magnífica cobertura para unos canelones de marisco.

- Para que la salsa sea más suave de sabor, sólo hay que controlar la dosis de vinagre y evitar la guindilla. Puede elaborarse un bocadillo sabroso untando el pan con salsa romesco y completándolo con atún o anchoas

Más información en