No es toda una vida, no al menos la mía, que supera con creces la cifra de 28, pero casi. Se puede decir que Ana Blanco es de la familia. Ha sobrevivido, y ahí sigue, a tornados en la dirección de RTVE, a cataclismos políticos que llegaban de la Moncloa, a lluvias pertinaces y heladas que dejaban las alfombras como un desierto de témpanos en los pasillos de TVE. Pero Ana Blanco, inmutable, de media sonrisa, Mona Lisa catódica que sirve impávida para un roto y un descosido, ha creado escuela sin parecer que la ha creado, es decir, un triple salto mortal que siempre cae de pie. Son años, bastantes años, al frente del 'Telediario' hasta el punto de que Ana Blanco es el 'Telediario'. La dirección de TVE jamás la echó de la pista, fuese quien fuese el jefe, y la vasca ha visto pasar ante su melena egipcia -da igual cómo se corte el pelo, ella es una faraona- a mogollón de peña clínex con despachos de relumbrón que acabó en la cuneta.

La han llevado de la noche al mediodía, y del mediodía a los especiales gordos, a los de prestigio, a los que sólo una enorme profesional como esta señora es capaz de solventar sin despeinarse. ¿Cuál es el estilo de Ana Blanco? No lo sé, pero sí cuál no es. Ahora, al enterarnos de que la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión le ha concedido el "Premio a la Trayectoria Jesús Hermida" es cuando uno se pregunta cómo no lo ha recibido antes para estar junto a nombres indiscutibles del periodismo televisivo como Rosa María Calaf, Rosa María Mateo, José María Íñigo, Hermida o Paloma Gómez Borrero. Alcanzar el prestigio que tiene esta mujer es un regalo labrado por ella misma. Impasible y de nuevo egipcia, por casi esfinge, ha logrado el respeto y la credibilidad.