'Black Mirror' ha vuelto a revolucionar el mundo televisivo con la emisión de su último episodio especial, 'Bandersnatch'. Un capítulo/película interactiva que da al espectador de Netflix la aparente posibilidad de elegir a golpe de clic qué es lo que va a pasar a continuación. Elecciones que al principio son muy sencillas, como los cereales del desayuno, pero que, a medida que avanza la historia, se van haciendo un poco más de calado. El espectador tiene la falsa sensación de que está controlando la acción, aunque en el fondo muchas veces la escena está abocada a que al final se decida lo que el guionista quería ocurriera de antemano.

El hecho de elegir se convierte en un momento estresante y más cuando sólo tienes un tiempo de diez segundos para hacerlo. A medida que se avanza en la experiencia, el capítulo se convierte en una exploración en la que se va retrocediendo entre todas las opciones para elegir todas las posibles, probando qué pasaría. Como en los videojuegos, cada vida perdida sirve para ampliar la experiencia antes de intentarlo otra vez. Dicen los responsables del episodio que hay cinco finales posibles y hasta cinco horas de metraje. Todos los desenlaces son verdaderos y contarlos es spoiler. Así que el que siga leyendo se encontrará con alguno.

Bandersnatch está cargado de homenajes a otros episodios de la serie de Charlie Brooker y también tienen como trasfondo esa crítica hacia las nuevas tecnologías y la deshumanización de la sociedad. 'Black Mirror' tiene tantos episodios emblemáticos que ya recoge los frutos de haber creado su propia mitología. Resulta paradójico que como uno no tenga la aplicación de Netflix actualizada o los dispositivos correctos, se va a quedar sin ver el capítulo. Avisados estáis. Teorías de la conspiración, videojuegos, enfermedades mentales son algunos de los ingredientes argumentales de este episodio.

La historia está ambientada durante los años 80, lo que nos lleva al primer homenaje del episodio: San Junipero, en el que sus protagonistas estaban en una realidad virtual donde se seguía viviendo como en aquella época. El protagonista de Bandersnatch es Stefan, un joven diseñador de videojuegos que aún no ha superado el trauma por la muerte de su madre en su niñez y tras la que desarrolló odio hacia su padre. Estamos en los 80, en aquella época lo máximo en videojuegos eran los que se desarrollaban en ordenadores domésticos como el Spectrum o el Commodore 64. El joven protagonista va a entrar a trabajar en Tuckersoft, corporación informática que aspira a ser la Motown del videojuego.

Con motivo del episodio, esta empresa de ficción ya cuenta con una página propia en internet. La web nos dice que la página está en obras, pero... hay truco. En la escena en la que el protagonista va en autobús al trabajo, nos dan la opción a elegir qué música ponemos en el walkman. Yo elegí la cinta de los Thompson Twins, pero en una escena postcréditos sí o sí tenemos que elegir el otro cassette.

El sonido que se escucha es el código con el que se cargaban los programas en el antiguo Spectrum. Parece que alguien ha probado a cargarlo en un emulador de esta computadora doméstica y que le ha generado un código QR con el que se entra directamente a una página oculta de Tuckersoft y en la que se pueden jugar a alguno de los videojuegos que aparecen en el episodio. Eso sí, necesitamos un emulador para ello. Toma frikada. Supongo que los fans de Black Mirror se habrán fijado en que entre el catálogo de juegos aparecen esos perros metálicos que nos atormentaron la temporada pasada en el episodio Cabeza de Metal y que perseguían sin descanso a los protagonistas por el robo de un juguete. Sólo como poster, eso sí. Al título que sí podemos jugar es a Nozehdive, que es precisamente el nombre del episodio protagonizado por Bryce Dallas Howard en el que el status de uno venía determinado por sus likes en las redes sociales. Entre los juegos que nos aparecen en la web, también está la opción de jugar a la aventura gráfica que Stefan desarrolla en el argumento. Los diseños tienen una apariencia muy retro, tal como eran los de la época, y dan ganas de que los creen todos.

A medida que Stefan se involucre en la creación del juego, tendrá la sensación de que hay alguien que controla sus acciones. Del mismo modo que él controla a los personajes de su juego, es consciente de que somos nosotros los que le hacemos elegir. Hay un momento en que podremos chatear con el propio Stefan a través del ordenador, generando una delirante escena en la que nos reiremos de lo complicado que es explicar qué será Netflix a alguien en los 80 y que éste no parezca un pirado a la hora de contarlo. En esta escena de la interacción, también tenemos la posibilidad de elegir un extraño símbolo, que ya vimos en el episodio Oso Polar de la segunda temporada.

No hay buenas o malas decisiones. Sólo diferentes opciones de hacer avanzar la historia. La historia bebe de los videojuegos y de los juegos de rol de Dragones y Mazmorras, pero también de esos libros de aventuras en los que el lector elegía cómo avanzaba la historia. Aquellos libros tenían el problema de que, a veces, por tomar la decisión de bajar a la bodega a coger un barril de agua en un galeón, resultaba que el barco se caía por una gran cascada porque la Tierra era plana. A mi me pasó con el primero que leí y ya no volví a coger ninguno. No tenemos esos giros tan gratuitos en Bandersnatch. Pero a veces nos encontraremos en callejones sin salida en los que la propia película nos dará la opción de volver atrás y deshacer lo que hicimos mal. O sea, te dan la falsa sensación de que has eligido, pero al final hay que optar por lo que los guionistas ya habían determinado.

Uno no quiere que el protagonista mate a su padre, pero va a tener que acabar haciéndolo. (A no ser que intente salvar a su madre, claro). La única elección real que tendrá después del crimen es si entierra el cadáver o lo descuartiza. Encantador. Al final del episodio, el menú de Netflix me dio la posibilidad de ir viendo los otros finales alternativos y con qué opción hubiera llegado a ellos.

¿Saldrá una historia mejor por el hecho de dejar al espectador que decida qué va a pasar? Está claro que si de algunos espectadores dependiera Rachel y Ross (Jenifer Aniston y David Schwimmer) se hubieran casado en la primera temporada de Friends y no habría más serie. Lost hubiera terminado con todos los pasajeros volviendo a su línea temporal tras el estallido de la bomba al final de la quinta temporada y con un personaje que soltaría una charla de quince minutos explicando qué es la isla. Al pobre Glenn (Steven Yeun) no le hubieran machacado la cabeza en The Walking Dead. Y de Will Gardner (Josh Charles) en The Good Wife, mejor ni hablamos... La resurrección de Bobby Ewing (Patrick Duffy) en Dallas, el mítico culebrón de los 80, cuando su personaje ya llevaba más de un año muerto, también fue exigencia del público. "Nos da igual, lo que os inventéis pero traedlo de vuelto". Y los guionistas decidieron que todo lo que había pasado desde el momento de la muerte del personaje fue un sueño de su mujer Pamela (Victoria Principal). Bobby vive, estamos todos contentos, corremos y tupido velo y hacemos como que no ha pasado nada. Definitivamente, hay cosas que los espectadores no tendrían posibilidad de elegir nunca. Y si quieren ser creadores, que creen ellos sus propias historias. Si alguien espera que el protagonista de Bandersnatch vaya a desarrollar un juego de éxito que le convierta en una estrella de la industria del entretenimiento, quizá debería plantearse ver otra serie. Esto es Black Mirror y aquí los finales felices son muy raros. La perversa moraleja del episodio es que es mejor que decidan por nosotros.