Sé tú mismo, un poco fachilla, pero encantador, le decía un parodiado Ortega Smith a su jefe Santiago Abascal en la sala de maquillaje antes de pisar el plató de ‘El hormiguero’. La escena corresponde a un gag de Polònia, el clásico de la sátira política de TV3 en la tele catalana -seguro que la sentencia del conocido como ‘procés’ con los 13 años de cárcel para Oriol Junqueras y el resto de sentenciados será protagonista de la próxima entrega-.

Después del consejo de Smith, el actor Albert Mèlich, suena la cabecera de ‘El hormiguero’ y aparece Pablo Motos, el actor Iván Labanda, gritando el nombre de su invitado, Santiago Abascal, el actor Noé Blancafort. Me encanta estar aquí, dice Santi, es un sitio con mucha gente gritando y poco contenido, como un mitin de VOX.

Y el presentador se retuerce de risa. Se ríen tanto, hay tan buen rollo en la mesa, que al aparecer las hormigas Trancas y Barrancas, el líder ultra, como un resorte, se levanta del asiento, saca su pistola, y les apunta creyendo que estaban poniendo bombas debajo de la mesa hasta que ve entre bambalinas a Smith diciéndole que guarde la pistola, que las hormigas forman parte del show, momento en que Abascal, riendo, dice que es una broma, que sabe que no son terroristas, vamos, que no son catalanas.

En otro momento, Trancas pregunta a la otra hormiga si sabe en qué se parece este programa y el dentífrico de Franco, pues muy fácil, responde, en que los dos blanquean a los fascistas. Vale. Vuelvo a la realidad, al verdadero programa emitido el jueves pasado. Y sí, el formato y lo que allí pasó fue un lavado de cara de la ultraderecha, un encalado que ocultó la cara más oscura del líder.