La forma que proponía la otra noche Andréu Buenafuente para seguir el primer, el segundo y todos los debates políticos que en el mundo son es, quizá, la más divertida, o sea, alzando el codo como si no hubiera un mañana.

La audiencia de ‘Late motiv’ se lo pasó pipa chupito va, chuipito viene. Para no andar con tonterías. Lo que importaba era el lingotazo, no el debate. Se propuso a los espectadores una serie de claves para tirarse al vaso, para empinar el codo. Que Pablo Casado dice en sus primeras palabras, buenas noches, viva el rey, chupito. Que se mienta más a Venezuela que a Teruel, chupito. Que Pablo Iglesias mete cloacas, IBEX y bancos en los primeros tres minutos, chupito. Que Albert Rivera resucita a ETA (también vale si lo hace Casado) y saca cachivaches de su trastienda, chupito.

Que Sánchez sonríe pero no sabe hacerlo, chupito. No me negarán que no es ingenioso y gamberro rebajar la intensidad de unos debates donde, fíjense, nadie debate sino que suelta el rollo, se pone teatral y sobreactuado -la patética escena de ver a Rivera con la fotito enmarcada sobre el atril, su mala educación, su nerviosismo, su falta de respeto fue de los momentos más terribles que uno recuerda como espectador de debates rebajar con humor estas chorradas de candidato con golpes de guion como el mentado en ‘Late motiv’ es sanísimo.

En paralelo, al mismo tiempo que los debates de RTVE y Atresmedia tenían lugar, las redes echaban chispas.

Incluso las cadenas, de TVE a La Sexta, dedicaron tiempo en informativos y magacines a los memes que se creaban según se emitía el debate. No me resisto a este. Chopitos, espetos, choco, decía una voz sobre la imagen de Iglesias leyendo la Constitución.