El largamente acariciado sueño de Antonio Banderas se ha hecho realidad. El Teatro Soho Caixabank alzó el telón. Evento que mereció, en sus vísperas, un reportaje de Informe semanal, donde pudimos colarnos en los ensayos de A chorus line. La historia de un casting. Teatro dentro del teatro. Musical de musicales. En el reportaje se palpaban los nervios, la energía, el ímpetu, el esfuerzo físico y las emociones, combinadas para estallar el día del estreno. Las butacas todavía estaban protegidas por los plásticos, como recién salidas de fábrica. Y Málaga nos volvió a dar envidia. Un barrio, el Soho, que según contaron los vecinos, corría el riesgo de gentrificación. Pero una inyección de vida cultural de la buena a la ciudad.

Desde que Crónicas dedicara un monográfico a cómo eran las tripas de Follies, el musical de Stephen Sodheim que puso en escena en el Teatro Español Mario Gas, no habíamos vuelto a ver un trabajo televisivo de este tipo dedicado a un solo montaje. En aquella ocasión Fátima contaba con 45 minutos para emocionarnos. En Informe semanal, Alejandro Caballero solamente contó con diez para hacernos vibrar. Pero a fe que lo consiguió.

Ahora que el Teatro Soho de Banderas se pone en marcha es inevitable recordar aquella otra noche televisiva memorable de hace más de treinta años, cuando Chicho Ibáñez Serrador se mimetizó en Bob Fosse y empleó la puesta en escena y la música de A chorus line para recibir a las primeras azafatas que bailarían y cantarían en el Un, dos, tres, Silvia Marsó incluida. Una presentación que incluyó el apoteósico One, chistera dorada en mano, en donde se practicó un juego de espejos maravilloso. Si viviera, cuantísimos recuerdos le traería a Chicho presenciar este montaje. Enhorabuena, Antonio. Enhorabuena, Málaga.