Mientras en Lisboa una tal Netta Barzilai, nacida del azufre de un concurso de talentos cacareaba Toy, y se hacía con el triunfo en el festival más friqui del mundo, el gobierno de su país, Israel, maquinaba una nueva maldad para que la gasolina siga fluyendo en la zona y el fuego jamás se apague, siempre a punto de estallido, al límite, programado al milímetro, diseñado desde los despachos canallas, criminales. Lo que faltaba es un tonto en la Casa Blanca, un lerdo sin alma, un provocador y asesino a sueldo de sí mismo que sabe que cualquier gilipollez que sale de su perturbada chola puede provocar auténticos desastres, muertes innecesarias. Lo que le faltaba al impune Benjamin Netanyahu es ese cretino tan poderoso en el despacho oval.

Hace unas horas tuvo lugar el teatrillo del cambio de embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, con asistencia de Ivanka Trump, hija del anaranjado terrorista político.

Las reacciones no se han hecho esperar. De eso se trataba.

El gobierno de Netanyahu no da puntada sin hilo, y todo vale para hacer ver que Jerusalén es de Israel, sólo de Israel, y que Palestina allí no pinta nada. Un altavoz como Eurovisión es una perita muy dulce que se hace tragar como un juego, pero que también sirve a la causa. El Estado de Israel contrató publicidad en Grindr, una app de contactos gais -el festival es muy seguido por este colectivo-, para promocionar a su chica. La canción es una tontuna que algunos han calificado como feminista -el infantilismo es enfermizo-. Pero el lobo Netanyahu se relamía la sangre y dijo, "aquellos que no querían que Israel estuviera en Eurovisión van a tener Eurovisión en Jerusalén el próximo año". Todo vale. ¿Alfred y Amaia? Pobres.