En un concurso que suele primar el exceso y la lentejuela, la sueca Loreen se presentó descalza, despeinada, sola, con un vestuario sobrio, casi espartano, e iluminada de forma ténebre. "Nadie creía en esa puesta en escena, me decían que era friki", cuenta divertida la última ganadora del Festival de Eurovisión

Cuarenta países no pueden equivocarse. Todos ellos aportaron algún voto a esa arriesgada actuación, al vitalista tema "Euphoria" y a su intérprete, una artista morena de rasgos exóticos, poco suecos, para que se alzaran con la victoria en el LVII Festival de Eurovisión con una de las calificaciones más altas de su historia, 372 puntos.

"Yo luché por esa puesta en escena. Ver que a la gente le gustó, no digo a los jurados, sino a la gente, sí que me hizo sentir eufórica. Me demostró que si crees en algo, no importa lo que digan los demás, funcionará", afirma en una entrevista con Efe durante una fugaz visita a Madrid, tras conquistar también a un gran número de seguidores españoles.

"Soy consciente de que algo está pasando, porque me lo dice mucha gente. No sé qué decir, me hace muy feliz", dice ella sonriendo tanto con la boca como con sus profundos ojos negros.

Supone un sueño para Lorine Zineb Nora Talhaoui (Estocolmo, 1983), alias Loreen (pronúnciese "Lorrén"), de orígenes bereberes y marroquíes, que se dio a conocer en 2004, después de acabar cuarta en un concurso de talentos de la televisión sueca y que, a día de hoy, es ya una estrella a nivel internacional.

"A veces, cuando me escucho cantar, me doy cuenta de que sí tengo influencias del norte de África y también de otras partes del mundo, pero es algo inconsciente", dice ella, que enumera de memoria todos los lugares de España en los que tiene familia: Pamplona, Barcelona, Málaga, Melilla y un primo en Madrid.

Una gran parte de la responsabilidad de su cambio de estatus lo tiene el tema con el que representó a su país, "Euphoria".

"Mi mánager me dijo que había una canción que debía escuchar. Me lo dijo de forma muy prudente, porque sabe que me gusta cantar mis propias canciones. La escuché y, aunque al principio dije que no la grabaría, no se me iba de la cabeza", rememora.

Así que decidió meterse al estudio con la única condición de probarla bajo su producción y cantarla como lo sintiera.

"Y cuando lo hice, me rendí a ella. Aunque no fuese mi canción, es una buena canción y el sentimiento está presente", dice.

Así fue su actiación en la gran final:

El secreto de su éxito, desvela, está en la riqueza dinámica de "Euphoria", que comienza susurrante, sube y explota en un estribillo poderoso y catártico, para dejarse languidecer otra vez hacia el final.

"Hay algo de espiritual en todo ello", añade Loreen, que huye de los temas gritados desde el principio y se identifica plenamente con la fisonomía ondulante de este "hit".

En septiembre saldrá su primer álbum, con piezas que llevan su sello como compositora. "También es muy dinámico. Contiene el mundo electrónico, más duro que como suena en "Euphoria", que es como una versión 'light', y también el mundo orgánico de los instrumentos", avanza.

Se carcajea al preguntarle si en la portada aparecerá descalza, como en Eurovisión, o con las plataformas de vértigo que luce a su paso por la capital española.

"Me descalcé en mi actuación para simbolizar que no necesitas los añadidos. Era un mensaje dirigido especialmente a los jóvenes, para que aprendan a distinguir lo postizo y falso", precisa la cantante, que apuesta por que nos mostremos sin imposturas. "En mi caso funcionó", añade.