Anita Sirgo no fue una mujer corriente. Su despedida tampoco podía serlo. Sobre el féretro, dos banderas (la de Comisiones Obreras y la republicana), un zapato (similar al que en su día lanzó a un guardia civil en una manifestación obrera) y un puñado de granos de maíz, como los que arrojaba a los pies de los esquiroles a la entrada del pozo Fondón en la huelgona de 1962. Tampoco hubo cortejo fúnebre al uso, sino una manifestación para que su último adiós fuera un acto reivindicativo, como tantos otros que promovió y a los que asistió a lo largo de su vida uno de los grandes emblemas de la lucha antifranquista y de la defensa de las libertades.

Fue el adiós que pidió la propia Sirgo y allá donde esté no se sentirá defraudada. Tras la pancarta, cientos de personas (unas 2.000 según los cálculos de CC OO) recorrieron el camino desde la sede del sindicato en La Felguera hasta en el pozo Fondón en Sama, esa misma explotación a la que acudía a manifestarse en lo más crudo de las huelgas mineras.

En el acto celebrado en la sede de CC OO, al que asistieron entre otros, el presidente del Principado, Adrián Barbón; el consejero de Vivienda y coordinador de IU, Ovidio Zapico; y el secretario general de CC OO Asturias, José Manuel Zapico; Sirgo histórica militante del PCE y de CC OO, fue recordada como una precursora de la lucha feminista y como un "patrimonio de la izquierda y de todos los que se sientan demócratas".