La Dirección General de Tráfico (DGT) sigue trabajando para reducir los accidentes de tráfico en España. Uno de los principales motivos por el que se provocan los siniestros es por el exceso de velocidad de los vehículos y que se intenta disminuir con la instalación de radares. El problema llega cuando los conductores conocen la localización del radar y frenan justamente unos metros antes del punto y, una vez lo superan, vuelven a aumentar la velocidad por encima del límite. 

A pesar de las advertencias por parte del organismo de tráfico, los conductores siguen sin concienciarse de la importancia de cumplir con los límites de velocidad en todas las vías de España. Existen tres tipos de radares: móviles, fijos y de tramo. Seguramente, estos últimos son los más efectivos a la hora de controlar la velocidad de los conductores.

Uno de los radares que más sanciones pone en las carreteras españolas es el radar en cascada, que sirve generalmente como medida antifrenazo para los conductores que al ver un radar reducen su velocidad y vuelven a acelerar una vez pasado el control. Este tipo de radares pueden ser fijos o móviles y están situados a continuación de un primer radar fijo en un determinado tramo, a una distancia relativamente cercana a estos. El conductor no sabe dónde se sitúa, por lo que si vuelve a acelerar tras pasar el radar fijo corre el riesgo de ser multado.